viernes, 29 de marzo de 2013

El insecto del amor y el sexo

Aplicación del Método Científico
El insecto machaca o cabeza de maní (Fulgora laternaria) se alimenta de la savia de plantas, probablemente de Hymenaea courbaril, Simarouba amara y Zanthoxylum, donde han sido vistas con mayor frecuencia.  Muchas plantas sobre las que se alimentan pueden producir resinas, aceites y otros compuestos tóxicos o no tóxicos que son transferidos al insecto y usados para protegerse.      

http://www.thais.it/entomologia/Cicale/
Figura. Insecto cabeza de maní (Fulgora laternaria)

Este insecto es muy llamativo por su forma y gran tamaño, además está asociado con una leyenda popular, según la cual, si un(a) joven es picado(a) por este insecto debe acostarse con una persona en las próximas veinticuatro horas, so pena de morir.  
El periodista Henry Holguín reportó dos casos de hombres que fueron picados por la machaca en la región de Putumayo (Colombia), el primero no creyó, no buscó ayuda y murió poco tiempo después y el segundo hombre, una vez picado buscó tener relaciones en forma rápida y salvó su vida.


En grupo de tres estudiantes, desarrolle lo siguiente:
a)  Siguiendo los pasos del Método Científico, construya una pregunta de investigación.
b)  Haga una revisión de literatura.
c)  Postule una hipótesis de trabajo.
d)  Diseñe un experimento. ¿Cuál es el grupo control?  ¿Cuál es el grupo experimental?  Explique su respuesta.
e) Resultados probables.
f) Conclusiones.
***Enviar al email de Profesor en 8 días.

A continuación les damos un Resumen del artículo para que tengan una referencia completa.
Título: "Si lo pica la machaca tiene que hacer el amor o muere" por Henry Holguín. Diario El Espectador. 13 de Diciembre de 2012.

Vámonos a los hechos: Julián Reyes, 24 años, era un barranquillero que se metió en la selva decepcionado por el amor de una mujer. Los colonos de la región de Sucumbíos lo recuerdan como un hombre alto y bien parecido, que desmontó a golpes de machete un pedazo de monte y allí plantó su casa. Vivió dos años en el Putumayo, hasta que una tarde de septiembre pasado, se presentó un tanto intranquilo donde su amigo y “compadre” Alberto Esqueriza.  Este último, con quien hablamos en Sucumbíos, cuenta lo que pasó: “Julián no parecía muy nervioso al principio. Yo estaba sentado tomando café cuando entró él y se sentó en mi mesa. Esperó que saliera mi mujer y entonces me dijo: ¿Alberto, sí sabes que me picó una machaca? En un principio creí que no era cierto y reí a carcajadas. Pero al ver su seriedad comprendí que se trataba de un caso verdadero”.


Reyes contó a su íntimo amigo que ese día a eso de las diez, se hallaba “pistiando” con su escopeta y perros, a una danta que desde hacía meses trataba de cazar. Los gozques habían cercado al animalito en un pedazo de monte y Julián esperaba pacientemente a que saliera, con la escopeta cargada en las manos.  De pronto, escuchó un zumbido. No le prestó atención por la emoción de la caza, hasta que sintió que cinco patas se posaron en su espalda sudorosa y desnuda. Luego vino el pinchazo. “Un dolor violento que quita la respiración –según contó a Esqueriza–, seguido luego de un intenso sopor y deseo de dormir”. Cuando volvió sobre sí mismo, la machaca levantó vuelo.  El barranquillero que conocía la leyenda y no creía en ella, no se preocupó. Pero, pocas horas después, sintiendo que el sopor aumentaba fue donde su amigo y contó todo. Esqueriza le recomendó que –por si las moscas– saliera a Orito y buscara a una mujer. Añadió que la leyenda rezaba que la picadura de machaca sólo se curaba haciendo el amor, y que sólo el acto sexual era la salvación.

“Ninguna de las triquiñuelas que tiene el sexo sirve para nada... sólo el acto del amor, simple”. Julián Reyes regresó a su casa, dudando sobre lo que debía hacer. Allí el sopor se hizo tan intenso que se acostó en la hamaca y quedó dormido. “Dos días después –concluye Esqueriza–, preocupado porque Reyes no había vuelto llegué a su casa y encontré las puertas abiertas.En el suelo, estaba el cadáver... Julián no alcanzó a llegar a Orito”.

Pedro Flórez, un antioqueño, que reside en un pequeño fundo cerca de la población de La Hormiga, no pensó como el difunto Reyes. Tenía un refrán como norma. “A la tierra que fueres haz lo que vieres”. Por eso un domingo de octubre, cuando desmontaba selva con un machete y escuchó el maléfico zumbido –parecido a los motores de un avión en miniatura– soltó la herramienta y echó a correr... sin darse cuenta de que llevaba la machaca sostenida con sus cinco patas sobre la nuca. Después vino el pinchazo, el dolor y el sopor.

Flórez, 47 años, casado, no perdió tiempo. Estaba lejos de su residencia, y muy cerca en cambio del pueblo. Rápidamente pidió a dos amigos que desmontaban a unos 550 metros, que lo llevaran donde “las mujeres malas”. “Me salvé de milagro –cuenta el colono– lo difícil fue después explicarle todo a mi esposa...”