Edgardo I. Garrido-Pérez
29 de Julio de 2012.
La literatura científica especializada suele ir al grano: procura evitar las insinuaciones,las metáforas, el suspenso, las redundancias y, cada vez más, los términos difíciles de entender. Para quienes no son científicos, todo lo antedicho hace de la literatura especializada algo más aburrido que los cuentos, las novelas y los poemas. Por ello es válido preguntarse: ¿Por qué muchos científicos sienten placer leyendo literatura especializada? ¿Acaso no disfrutan leyendo las novelas, los cuentos y los poemas que tanto gustan a la gente normal?
En realidad los científicos, cuando ejercen su trabajo, siguen siendo gente normal. Necesitan comer, beber, dormir y ser felices como cualquier otro ser humano y logran dedicarse mejor a todo eso cuanto más fáciles son sus horas de trabajo. Pero tienen un problema: hay tantos textos científicos que leer, tantos experimentos que realizar, y tantos estudiantes y temas administrativos que atender, que el tiempo para leer es poco y el material que tenemos que leer es mucho. Frecuentemente nos cansamos y se nos ve con ojeras, justo como a cualquier ama de casa. Bajo condiciones de cansancio, queremos avanzar fluidamente y esto se logra mejor cuando las personas que escriben artículos especializados nos dicen las cosas sin rodeos. Si encontramos un artículo que no entendemos rápidamente, lo soltamos y leemos otro. Si un colega nos escribe ideas que no podemos entender probablemente se debe a que, ni tuvo ideas claras, ni el editor de la revista supo detectarlo, así que ¿para qué leer un texto así pudiendo consultar a otro autor, terminar más rápido la jornada laboral, volver a casa y leer un buen poema o una novela apasionante?
En realidad los científicos, cuando ejercen su trabajo, siguen siendo gente normal. Necesitan comer, beber, dormir y ser felices como cualquier otro ser humano y logran dedicarse mejor a todo eso cuanto más fáciles son sus horas de trabajo. Pero tienen un problema: hay tantos textos científicos que leer, tantos experimentos que realizar, y tantos estudiantes y temas administrativos que atender, que el tiempo para leer es poco y el material que tenemos que leer es mucho. Frecuentemente nos cansamos y se nos ve con ojeras, justo como a cualquier ama de casa. Bajo condiciones de cansancio, queremos avanzar fluidamente y esto se logra mejor cuando las personas que escriben artículos especializados nos dicen las cosas sin rodeos. Si encontramos un artículo que no entendemos rápidamente, lo soltamos y leemos otro. Si un colega nos escribe ideas que no podemos entender probablemente se debe a que, ni tuvo ideas claras, ni el editor de la revista supo detectarlo, así que ¿para qué leer un texto así pudiendo consultar a otro autor, terminar más rápido la jornada laboral, volver a casa y leer un buen poema o una novela apasionante?
Pero amamos nuestro trabajo. Cuando leemos un artículo escrito claramente y el tema nos interesa, valoramos las preguntas que el autor formuló, disfrutamos leyendo cómo hizo sus experimentos para responder esas preguntas, sobre todo si dichos experimentos se nos explican de forma que, al leerlos, nos imaginamos que estamos ayudando a realizarlos. Luego pasamos llenos de curiosidad a la sección de resultados para ver cuáles fueron los descubrimientos, las respuestas a las preguntas formuladas. Muchas veces nos decimos hey, esos resultados tienen repercusiones muy excitantes, vamos a seguir leyendo para ver cómo las enfrentó el autor del estudio! Así que pasamos a la sección de discusión de los resultados
evaluando si las ideas que motivaron el trabajo estaban o no equivocadas, disfrutando el descubrimiento y las implicaciones de lo leído.
Disfrutamos este placer solamente cuando el autor dice las cosas directamente; la concisión no es enemiga de la amenidad. Al contrario: el espacio que un autor gana borrando las metáforas, las insinuaciones y las redundancias lo usa para inspirarse mejor y escribir sus propias teorías. Esa inspiración nos contagia y nos excita, y terminamos el día de trabajo con un recuerdo agradable y probablemente con nuevas ideas para trabajar en el futuro. Salimos del laboratorio con una sonrisa, vamos a un bar por una cerveza, a la casa a ducharnos y compartir con nuestros familiares y –muy probablemente a ver televisión, bailar, leer poemas, novelas y cuentos llenos de hermosas metáforas, redundancias intencionales para reforzar sentimientos, suspenso excitante y todo cuanto de bello tiene la literatura no-especializada.
Disfrutamos este placer solamente cuando el autor dice las cosas directamente; la concisión no es enemiga de la amenidad. Al contrario: el espacio que un autor gana borrando las metáforas, las insinuaciones y las redundancias lo usa para inspirarse mejor y escribir sus propias teorías. Esa inspiración nos contagia y nos excita, y terminamos el día de trabajo con un recuerdo agradable y probablemente con nuevas ideas para trabajar en el futuro. Salimos del laboratorio con una sonrisa, vamos a un bar por una cerveza, a la casa a ducharnos y compartir con nuestros familiares y –muy probablemente a ver televisión, bailar, leer poemas, novelas y cuentos llenos de hermosas metáforas, redundancias intencionales para reforzar sentimientos, suspenso excitante y todo cuanto de bello tiene la literatura no-especializada.
Ir al grano en la literatura artística puede matar el placer de leer poemas; no hacerlo en los textos científicos especializados mata el placer de leer ciencia. Colegas míos: escriban por favor yendo directo al grano. Yo ya dije los motivos y por eso termino aquí.
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